Diario secreto de un candidato presidencial


            Día 1: Mis asistentes corrigieron mi vocabulario, porque yo dije en una  entrevista: “No se le pueden pedir peras al horno”. Según mis colaboradores, lo correcto es decir: “No se le pueden solicitar peras al horno”. Debo reconocer que esta campaña electoral ha servido para culturizarme cada día más. Sin embargo, me he dado de cuenta que ser culto no es una burusa de fácil. Pero voy avanzando, ya que ahora no se me irritan los ojos cuando veo de reojo las portadas de los libros. Antes ni eso podía hacer, porque se me pegaba una puntada en todo el centro de la mitad de la cabeza.  

            Día 2: Un amigo me regaló el libro “Los pobretones”, creo que así se apoda esa obra que escribió un tal Víctor Hugo. Ese folleto debe ser viejísimo, porque parece que se le borró el apellido del autor y sólo aparecen sus dos nombres. Sin embargo, mandé a anotar los nombres de todos los marginales que aparecen en ese manual para entregarle personalmente la tarjeta “Mi negra”.

            Día 3: Hoy inventé una nueva frase: “Lo que sea bueno lo mantendremos como bueno”.

            Día 4: Como parte de mi agenda electoral, me subieron a un cerro de Caracas en una 4x4 de la Alcaldía de Chacao, pero bajé esmollejao en un 2x3. Cada día me convenzo más que la gente no se ha tragado ni una migajita del cuento de la tarjeta “Mi Negra”. A muchos venezolanos esta invención se les parece al otro cuento del Cisne Negro. Sigo sin entender por qué la gente se ríe cuando digo: “No se le pueden pedir peras al horno”.

            Día 5: Cambiaré los aviones de guerra por escuelas, para que las clases de los muchachos pasen volando.

            Día 6: Por qué los periodistas me miran asombrados y sonríen cuando digo: “Las misiones deben mantenerse porque son buenas para la economía de los más débiles, pero yo las voy a eliminar”.

            Día 7: Mi reuní con Eduardo Fernández. El Tigre me recomendó dormir en un rancho de un barrio de Caracas, para que la gente crea que me gusta estar con los pobres. ¿Quiero saber si alguien saber ha visto a Carlos Ortega jugando Bingo?
           
            Día 8: ¿Se verá muy mal que yo en una entrevista le recomiende a mis seguidores leer los libros de Condorito y ver las comiquitas de Pinky y Cerebro? ¿Qué quiere decir José Vicente cuando afirma que la oposición necesita un candidato “más ilustrado”?

            Día 9: Le pregunté a Oscar Pérez quién es ese fulano Noam Chomsky que tanto nombra Chávez y me respondió que era la marca de un carro chino. Después llamé a Antonio Ledezma y me dijo que era el último modelo de máquina captahuellas. Henry Ramos Allup me aclaró que debía ser un avión ruso o una ciudad de Irán donde fabrican armas nucleares. Conociendo a Chávez, creo que Noam Chomsky es el nombre con que los boticarios estadounidenses conocen al azufre.

            Día 10: Voy a cambiar mi firma, para que no me continúen acusando de haber refrendado el Decreto de Carmona. Preventivamente, rompí la tarjeta de presentación de Henry López Sisco que guardaba en mi cartera. En todo caso, si me preguntan por López Sisco,  responderé que haberlo conocido se debió a una confusión.
           
            Día 11: Aunque estoy rociado de agua bendita, hoy me bañé bien temprano con azufre, porque ese es el olor que más le agrada a mi jefe. Hablando de él, aún no me ha depositado la remesa de dólares que mensualmente me envía. Sin esos dolarcillos, ya hubiese retirado mi candidatura. Me duelen las batatas y las plantas de lo pies de tanto caminar para nada. Esto es mucho para mí. ¡No aguanto más!

            Día D: ¿Cómo se verá uno con diez millones de votos en el buche?


                                                                                          Vidal Chávez López



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