El médico despertó con un ánimo de vivir
que daba envidia. El facultativo se examinó la pupila del ojo y se escrutó la
lengua. El médico se hizo un electrocardiograma y exámenes de heces, sangre y
orina. Todos los resultados de laboratorio determinaban que el médico era una
persona supremamente saludable.
La mañana
siguiente, el médico saludó risueño a su esposa. “Hoy amanecí más bien que
todos los días. Tengo tan buena salud, que puedo vivir 100 años más”.
La mujer escuchó
las palabras optimistas de su entusiasmado esposo y lo miró de arriba abajo con
irreverencia. El médico salió de su casa derrochando su estado de salud ante
los transeúntes que encontraba en la calle. Inesperadamente, cuando intentaba
cruzar la vía, el médico fue atropellado brutalmente por un automóvil y murió
instantáneamente.
Mientras viajaba
hacia el Más Allá, el médico notó con tristeza que seguía aferrado a la carpeta
que contenía el electrocardiograma, los exámenes de heces, sangre y orina que
determinaban que era una persona saludable y que podía vivir cien años más.
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