A simple
vista mis manos parecen perfectas. Sin embargo, son la parte más contradictoria
de mi cuerpo. Aún no he podido descifrar la causa de que ambas tengan
caracteres totalmente diferentes, porque ellas me han acompañado durante toda
mi vida, sin que haya establecido predilección por ninguna de las dos.
Siempre anhelé que mis manos mantuvieran
una relación armoniosa, pero ha sido imposible concretar este empeño. Con el
tiempo he tenido que ceder y las he aceptado tal cual como son: cada una con su
individualidad y su propia personalidad.
Con la derecha estrecho las manos de mis
amigos e indico la dirección correcta que deben seguir las personas perdidas
que encuentro a menudo por las calles. Con mi diestra también acaricio las
cabecitas de los niños y abro puertas y ventanas con las primeras luces del
día.
En cambio, el talante de mi otra mano es
severo, dominante y brutal. Su único traje de vestir es un guante de boxear. No
soporta ofensas y en varias ocasiones he tenido que separarla del cuello de
quienes han cometido un acto de injusticia contra mi persona.
Honestamente no me parcializo ni estoy en
contra de ninguna de mis manos, porque, de una u otra manera, me han ayudado a
sobrevivir. Lo incómodo de la irracional pugnacidad y el permanente
desencuentro que mantienen mis manos, es que estaré totalmente imposibilitado
de aplaudir cuando me ocurra algo agradable en la vida.
Comentarios
Publicar un comentario