EL CABALLO INDÓMITO QUE SOY


La suave brisa mañanera
acaricia mi pelambre de caballo indómito.
Escalando los rayos del sol
y la tranquilidad cósmica,
me paro en dos patas,
relincho de alegría,
con el corazón ansioso
y los labios sedientos,
le estampo un beso
a la mujer amada.

Incontenible,
abriendo caminos
de consteladas esperanzas,
libre como el nuevo caballo
del Escudo Nacional
corro desbocado
por el patio inconmensurable
de mi casa
sin mirar para atrás,
sin torcer el pescuezo,
porque atrás espantan.


           Vidal Chávez López


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