Mi amiga Grocilda, a quien nuestra cuerdita, en
confianza y por cariño, llama La Hojilla, sentenció en tres palabras la crisis
existencial y el futuro que le espera a la oposición, en caso de no cambiar su
táctica y estrategia política: “Morirá de callecracia”.
El
grupo de personas reunido alrededor de Grocilda escucha con atención lo antes
dicho, porque nuestra amiga -muchas veces entre un jardín de aplausos- le pone
originalidad a sus análisis políticos y los ofrece a sus fans como quien sirve
una conservita de coco, huevo chimbo, quesillo, limonzón, dulce de hicaco,
conservita de maduro o un bollito pelón.
“La
oposición ha convertido la absurda manía de la callecracia en su razón de ser y
en el aire que respira. Pero allí radica su tragedia nacional, su endemoniado
fracaso, ya que no ha descubierto otra manera de hacer política, cuando en
realidad hay muchas otras”.
Hace
una pausa, y deja correr sin freno sus palabras por toda la calle del medio: “No
es posible que los oposicionistas hayan introducido la concepción malcriada y
efectista de que quien más gente congregue en las vías públicas es el que debe
controlar el poder desde Miraflores, como si eso fuera un acta dada y sellada
por el Consejo Nacional Electoral y autenticada por el Santo Niño de Atocha.
Pero, ¿qué podemos esperar de quienes hace 5 años llamaron vacío de poder a un
golpe de Estado?”.
De
acuerdo a Grocilda, “la oposición trata de convertir a la callecracia o
calentar la calle en el dedito inquisidor y milagroso del padre Madariaga que,
convertido en el operador técnico y político de la maraña nacional, se mueve
para decirle al presidente Chávez cuando debe irse, lo cual no es muy
democrático”.
Nuestra
analista, se expresa cortante y sin coger mínimo: “Lo peligroso de la
callecracia, es que en la oscuridad de sus callejones se están escondiendo
muchos golpistas para emboscar y apedrear cotidianamente la democracia”.
A
Grocilda no le falta razón porque, después de lo ocurrido el 11 de abril de
2002 y el sabotaje petrolero, “la callecracia no puede seguir siendo un simple
mecanismo celestial de fe o una estampita de La Coromoto que los marchistas, en
un calculado cheque en blanco, le entregan al golpismo camuflado en el oposicionismo”.
Nuestra
amiga sustanció su opinión en las declaraciones de prensa de quienes están
anunciando que el próximo 27 de mayo, cuando se le vence la concesión a RCTV,
saldrán a la calle y no regresarán a sus casas hasta que Chávez se vaya de
Miraflores. “Eso no es otra cosa que la añoranza, el mismo síndrome de la
callecracia que se quedó en la estacada el 11 de abril y terminó convertido en nada
durante la guarimba. Este nuevo llamado a ejercer la callecracia demuestra que la
cúpula del oposicionismo continua con la cabeza sumergida en el limo del ocio y
en la indolencia de jugar bingo”, afirma Grocilda.
Para
ir cerrando su análisis de manera redondita, como la grácil figura de su joven
cuerpo, Grocilda cantó un conocido vallenato que dedicó a la oposición: “Los
caminos de la vida no son como yo pensaba / como me los imaginaba, no son como
yo creía. / Los caminos de la vida son muy difícil de andarlos, / difícil de
caminarlos y no encuentro la salida”.
Después
de recibir un cerrado aplauso, Grocilda remata llevada por su velocidad verbal:
“Si la estrategia de la oposición sigue volcada sólo a la callecracia, tendrá
que instalar enfermerías y botiquines de primeros auxilios en todas las
esquinas y solicitar los servicios de emergencia del doctor Scholl, ya que -después
de ocho años- los pies fracasados y desgastados de los marchistas no dan para
más. Sólo les recuerdo a los oposicionistas que los caminos de la vida son muy
difícil de andarlos, difícil de caminarlos y, por lo visto, no encuentran la
salida”.
Vidal Chávez.
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